CAMINO DE FLORES

LEYENDA DRAMÁTICA EN UN ACTO Y EN PROSA

 

PERSONAJES

 

Rosalía.

Florentina.

Engracia.

La abuela.

Ño Isidro.

Lucho.

Manuel (El abajino, poeta)

El  Raco.

 

La acción en la montaña central de Chile. Época actual.

 

ACTO UNICO

 

Ramada frente al rancho que tiene dos puertas practicables. A la derecha se supone la cocina, a la izquierda el camino y el torrente. Muebles: una mesa, sillas de paja, etc. Derecha e izquierda: las del actor. Es de noche. Hay Luna, la ramada iluminada por un chonchón a parafina.

La escena aparece desierta. Salen por la derecha, Rosalía y el Raco, como continuando una discusión.

 

ROSALIA.

Te digo que no, que es imposible. A mí no me importa que tengás tierras y plata, te hallo demasiao pesao e sangre, y no'stoy dispuesta a soportarte más.

 

EL RACO.

Pero, Rosalía... Porque habís cambiao tanto. Si antes me decías que me querías. ¿Te acorday? En las topiaúras por vos pelié cuatro veces. Porque te miraban; por vos apuñaleo al mesmo José Arnero.

 

ROSALIA.

No me gustan los hombres como vos, les tengo mieo… Yo quiero uno que sea de buen genio a quien quierer no por mieo. Cualquier día hacís una muerte, no…

 

EL RACO.

Te aseguro que no... Es que me buscan el odeo, mira... (Pausa). ¿Qué tiempo hace, que vos habís cambiao…

 

ROSALÍA.

¿Cambiao?

 

EL RACO.

Sí…

 

ROSALÍA.

No, porque no te hey querío nunca, me reía de vos, de tu braveza y te animaba como...

 

EL RACO.

Me animabas... Ah! Te aseguro... (Va a tomarla).

 

ROSALÍA.

No me agarrís, porque grito...

 

EL RACO.

Grita! (Tomándola de los brazos).

 

ROSALÍA.

Ah! (Viendo a Manuel) Manuel! (Sale Manuel, por la izquierda).

 

MANUEL.

Buenas noches.

 

EL RACO.

(Contrariado) Buenas... (Se  inclina molesto y murmurando).

 

ROSALÍA.

Diga, Manuel, ¿usté cree que se la puede obligar a una a quierer a la fuerza?

 

MANUEL.

Según. Pero dicen que a la fuerza no es cariño.

 

EL RACO.

¿El es tu consejero? Ya conozco tu enfermedad. Ya diste con el hombre manso que te hacía falta.

 

MANUEL.

¿Qué dice?

 

ROSALÍA.

No le hagay juicio, Manuel…

 

EL RACO.

No le hagáy juicio. . . Es decir que yo soy loco. ¿O te creís que con tan flamante defensor me vay a meter cuco? No, hijita. Agora que sé por qué me despreciay, te juro que cumpliré mi promesa de apuñalear al mismo diablo; yo no me queo con lo ajeno.

 

ROSALÍA.

A Manuel no le vay a pegar.

 

MANUEL.

A mí no me pega. Oiga, mozo, ¿le molesta que tenga amistá con la Rosita?

 

EL RACO.

Esta mujer ha de ser mía! No de aparecíos como vos, que no se sabe de aonde venís!

 

ROSALÍA.

Cállate.

 

MANUEL.

Si es guapo, calle la boca, los hombres se entienden callaítos.

 

EL RACO.

(Sacando su cuchillo) Así. (Agrediéndolo).

 

ROSALÍA.

Virgen María! (Trata de interponerse).

 

MANUEL.

Rosita, quítese. (Atacando rápidamente) Así (hiriéndolo) Chits, los hombres callan. Anda que no salga sangre aquí, los valientes se la tragan.

 

ROSALÍA.

Toma, (le da su delantal). Andate. (El Raco se va sombrío, amenazador).

 

ROSALÍA.

Manuel! (Abrazándolo) Yo creí que vos sólo sabías tocar la guitarra.

 

MANUEL.

(Sonriendo). Sé too... hasta quierer (Acariciándola). (Se asoma Florentina por la derecha, observa, luego se marcha, saliendo cuando lo indica el diálogo).

 

MANUEL.

¿Por qué no fuiste?...

 

ROSALÍA.

...No pude... Hay tanto que hacer, figúrate que hay que hacer los preparativos pa la trilla. El pan, los pajaritos, el ponche y tantas cosas.

 

MANUEL.

¿Tu hermana no te ayúa?

 

ROSALÍA.

Sí; pero agora'stá muy triste. Cuando canto aquella canción que me enseñaste, esa del Ausente, se pone muy penosa; parece que le dan ganas de llorar.

 

MANUEL.

¿Por qué será? (Pensativo).

 

ROSALÍA.

No sé.

 

MANUEL.

Yo creí que no habías éido porque ya... no me querías.

 

ROSALÍA.

¡Manuel! ¿Vos dudás de mí?

 

MANUEL.

Y querís que no. Si yo pa vos no soy más que la toná que se apriende cuando'stá de moda, que se canta pa pasar una pena. Y espués, pa qué... espués se apriende otra.... ¿Rosalía, me querís?

 

ROSALÍA.

Y me lo preuntás. Si supieras lo que temí por vos.

 

MANUEL.

¿De verás? (Pausa) Oye, ¿qué sentís por mí?

 

ROSALÍA.

No entiendo. . .

 

MANUEL.

Le diré más claro. ¿Vos sentís ganas de verme?

 

ROSALÍA.

A toa hora, en too momento... siempre! Te veo con tu manta e labor, con la guitarra en brazos, sonriéndome como vos sabís, y mirándome con esos ojos… me llegan a dar calofríos! Vos no sábís… Quisiera'star en toas las partes en que'stis vos, en toas partes. . . ocupar con mi nombre, con mi cariño too tu corazón. . . toa tu vía! Ser el latío de tu sangre, la visión de tu; sueños como vos lo sois pa mí. Mira, cuando veo el cielo, las flores, la luna, el torrente, pienso en vos que de too hablás en tus canciones y te quiero tanto que no sé. . . que haré si me engañás.

 

MANUEL.

¡Rosalía!...

 

ROSALÍA.

Sí, mira… me pesa como un pecao... toos los ratos... ese beso… vos juiste malo conmigo. Y yo tonta... muy tonta… Ah, vos… me dejarís…

 

MANUEL.

No me entendís a mí. Mi guitarra no sabe agora hablar al corazón. Mira, que soy yo pa vos? pa toos? Soy un andante que no tiene un geme e tierra, un desconocío… Y vos... sois la chiquilla más relinda! La primavera que besa .los praos y hace brotar las flores y los perfumes; el agua fresca del torrente, la vía, la alegría, el alma de estos campos. . . Eso sois vos. . . y vos, me querís a mí… al aparecío... al sin tierra, al abajino que no sabe más que cantar, querer y manejar la cuchilla… Y creís que te dejaré. No seay loca… ¡Te quiero! Te quiero, deseo darte mil besos, cubrirte de besos, adorarte como a la Virgen... Sufrir por vos, merecerte porque yo... no te merezco!

 

ROSALÍA.

¡Manuel! (Abrazo febril y apasionado). (Sale. Florentina).

 

FLORENTINA.

¡Rosalía!

 

ROSALÍA.

¡Florentina!

 

MANUEL.

¡Florencia!

 

ROSALÍA.

(Afligida) No me acusís, hermanita, déjame, te aseguro... vos no sabís. . .

 

FLORENTINA.

Si sé; soy mayor que vos (Pausa) ¿Usté no tiene ná que decirme?

 

MANUEL.

¡Señorita!

 

ROSALÍA.

Manuel!

 

FLORENTINA.

Usté es un mentiroso que engañará a mi hermana como lo hizo con otra.

 

ROSALÍA.

Hermanita.

 

MANUEL.

Florencia, yo le diré...

 

FLORENTINA.

¿Otra mentira? Nosotras somos montañesas, por aquí no hay cantores ni hombres que sepan bonitas historia. Todas las hazañas. de los liones y de la nieve y de los bandíos las sabimos de memoria. Pero las mentiras son muy bonitas. Yo oí hace tiempo una mentira que me hizo creer que el cielo había bajao a la tierra. Y esa mentira me costará la vía. (Llora).

 

ROSALÍA.

Hermanita, dime que tenís… que...

 

FLORENTINA.

Na, hermana... na... Oye, no creas en las mentiras ni en las canciones que causan dolores más juertes que las puñalás... más juertes que las puñalás... (Váse llorando por la izquierda) (Pausa).

 

ROSALÍA.

¿Por qué ha llorao mi hermana?

 

MANUEL.

Ella lo sabe. . .

 

ROSALÍA.

Y usté tamién. Las canciones hieren como puñalás… Pues bien, no quiero sus canciones ni su amor... Váyase, no quiero sus mentiras.

 

MANUEL.

Sí, Rosalía, hey mentío; pero agora le juro por mi maire que jué la mujer más güena del mundo, por mi maire que los está viendo de las estrellas, por mis canciones llenas de dolores y de recuerdos, que a usté le diga la verdá. Mándeme lo que quiera. Mi vía es suya y lo cínico que no le obedeceré será no quererla.

 

VOZ.

(Dentro). Rosalía!

 

ROSALÍA.

Taitita. (Va al foro izquierdo). Acaba de llegar visita.

 

VOZ.

(Dentro) Qué dispense, que ya voy. Florentina, trae brasas pa la ramá.

 

FLORENTINA.

(Dentro). Güeno, taitita.

 

VOZ.

(Dentro) Oye, Mariengracia, hace vos ésto. Voy a . atender a un frastero. (Entre tanto Rosalía y Manuel han guardado la política del caso). (Sale ño Isidro).

 

ÑO ISIDRO.

Cómo está, mocito. ¿Qué dicen esas puesías?.. .

 

MANUEL.

Así no más, ño Isidro. Cómo quiere que'sté un pobre y desconocío... Usté sabe que los pobres hediondean a la legua...

 

ÑO ISIDRO.

Conque esas tenimos. . . psh, se aflige por muy poco. Y vos, Rosalía'stás con la boca abierta oyendo lo que no te importa. Andá y dile a tu hermana que necesito hoy esas brasas.

 

FLORENTINA.

(Dentro) Ya las llevo. (Sale trayendo una palada de brasas que deposita en el brasero).

 

ROSALÍA.

¿Preparo el mate?

 

ÑO ISIDRO.

¡Qué preunta... Claro! Y vos Florencia le vas a traer una copa e mosto al frastero... y que vengan pa acá esas viejas. (Rosalía y Florentina obedecen; esta se va por el foro derecha).

 

ÑO ISIDRO.

(Fumando) Mire amistá, cuando yo llegué aquí venía como usté, de lejas tierras. Porque yo tamién soy abajino. Yo hey bebío las aguas del Aconcagua, cumpa. Me vine aquí, no de fregao si nós de andariego... y yo no sé ni cantar. Pasa el tabaco Rosalía (obedece) Me'stoy poniendo muy pitaor.

 

ROSALÍA.

Ya'stá el mate.

 

ÑO ISIDRO.

Cébalo pues niña. Sírvele a Manuelito.

 

MANUEL.

Gracias.

 

ROSALÍA.

Lo gracioso…

 

ÑO ISIDRO.

No suelen ser así los abajinos. Trae pa acá niña.

 

ROSALÍA.

Tome. (Le sirve).

 

ÑO ISIDRO.

Como iba diciendo, llegué repobre, y me puse a trabajar, y aonde va a ver pues eñor, trabajé con tanta suerte que no había roto más ganaor de plata en too este partamento.

 

MANUEL.

Llegó con suerte.

 

ÑO ISIDRO.

Y con más ganas de trabajar... Y aquí viene lo güeno, yo paraba en la casa de Ño Ramón que era mayordomo entonces. Tenía el hombre una Angelita más bonita que el sol y más ris la que la fiesta e Pascua. Le aseguro, compañero que cuando la ví, me le llegaban a doblar las piernas. ¡Meconcito! y el gallo éste (por el corazón) galopiaba desaforao. Y ellas… me miraba tamién. Un día eh, porra! Le ije eñor… Y me le arrancó la galla a perderse…. Me enfermé, disfariaba. Cuando de repente me dió la rabia... la aguaité en el camino, porque yo no hey sío nunca lerdo. Y en cuanto que pasó, Angelita, le ije, óigame una palabrita (a Rosalía) Y vos que'stás escuchando.

 

ROSALíA.

Yo no escucho ná…

 

ÑO ISIDRO.

¿Y paqué abris tanto la boca?

 

MANUEL.

Y dey.

 

ÑO ISIDRO.

Le ije lo que tenía guardao y me costó pa decírcelo eñor. Yo llevaba a suár, la lengua bien abotoná, casi echo a correr de pura vergüenza Cuando e repente le ije, Angelita, yo la quiero ¿que no me puse a llorar, pues? Y ella tamién.... Entonces le heché los brazos. Y los estaban cachando. Abrazaítos los pillaron. Soltó la risa ño Ramón. (Pausa). Pa las cosechas, casorio.

 

MANUEL.

¿Y yo hallaré alguna Angelita?

 

ÑO ISIDRO.

Las chicuelas, creo que hasta las mías, andan no se cómo con el pueta. No saben lo enemigo que soy yo de los cantores. Esos bichos no trabajan, son lo mesmo que los pajaritos que se comen las siembras ajenas. (Ríe).

 

VOZ.

(Dentro) ¿Ya está ese mate?

 

ROSALÍA.

Si, abuelita.

 

VOZ.

(Dentro). Vení, Maríaengracia.

 

VOZ.

(Dentro) Voy. (Salan la Abuela y Engracia).

 

ABUELA.

¿Cómo'stá Manuelito?

 

MANUEL.

Bien. señora.

 

ENGRACIA.

Manuelito, tantas ganas que tenía de verlo puaquí pa que me dejara asentaíta la canción del ausente.

 

MANUEL.

Agora se la dejaré.

 

ENGRACIA.

La vigüela tiene cuerdas nuevas.

 

ROSALíA.

¿Querís que cante? Acaba de llegar.

 

ENGRACIA.

¿Y qué tiene?

 

ÑO ISIDRO.

No seás majadera. Mejor es que los cante pa la trilla. ¿Vendrá ese día, amista?

 

MANUEL.

Si esté me lo manda. . .

 

ÑO ISIDRO.

Se lo mandaré. (Sale Florentina).

 

FLORENTINA.

Me costó sacar el mosto (Sirve).

 

MANUEL

(Bebe). Gracias.

 

FLORENTINA.

Cuando venía miré pal lao el cerro y me pareció ver unos bultos largos.

 

ABUELA.

Penan mucho en 'ese cerro.

 

FLORENTINA.

Me dió más mieo…

 

ENGRACIA.

No le habís prendío la vela a las ánimas por eso te han metío mieo.

 

ABUELA.

Las ánimas son muy cobraorasas. Cuando yo estaba chica una vez se me perdieron las ovejas de mi paire. Yo las cuidaba con un perro pastor asítamaño (Acción). Se m'ihicieron humo. Vine pa la casa, me tenían celebró una calda a látio doblao. Me juí llorando pal cerro, tenía mieo de pasar por el lao e la puntilla, porque hey habían apuñaleao al finao Patagua. Cuando llegué a los mesmos renuevos de colliguay, hijitos, sentí un quejío y apreté a correr pa abajo. Fatigá me. dejé caer al suelo. Corrí sin darme cuenta, perdí el camino. Me tendí a la larguita suando, me parecía que el finao Patagua con sus botas de cabra venía corriendo. ¿Vos lo conociste?

 

ÑO ISIDRO.

Claro que lo conocí: era alto cerrao e barba, andaba con manta e castilla.

 

ABUELA.

Como iba iciendo, cerré los ojos y me dispuse a morir si tocaba. Cuando sentí lairíos y balíos de cabras y de ovejas. Me levanté ¡y que no las hallé juntitas, ñaño e mi alma!... El finao me corretió pa onde'staban los animales. Eran más de las once e la noche cuando encerré el ganao. Y dende entonces les priendo toos los días una vela a las ánimas.

 

ÑO ISIDRO.

Pasan muchos casos. ¿Usté no pita, joven?

 

MANUEL.

No, ño Isidro.

 

ENGRACIA.

No'stá pa cuemar su trabajo.

 

FLORENTINA.

Sírvase mate, abuelita.

 

ABUELITA.

Oye vos, ¿per qué estay tan apitiguá?

 

FLORENTINA.

¿Yo? no tengo ná.

 

ABUELA.

... (Gesto de incredulidad). Quién sabe. Oye Isidro, vos no sabís un remedio güeno pa las niñas que no tienen ná…

 

ÑO ISIDRO.

La pomá de cabresto dicen, que es santa...

 

FLORENTINA.

Yo no alivio con esa pomá ... Ni quiero que me hagan burla... Yo tengo lo que tengo, y a nadie l'importa ná.

 

ÑO ISIDRO.

Chiquilla. . . más 'respeto!. . .

 

FLORENTINA.

Es que no puco hablar de otro moó porque tengo pena. Porque tengo ganas de llorar, ganas de morirme... Porque me quiero ir lejos de aquí... lejos... Porque me muero de pena... (Llora).

 

ROSALÍA.

¡Florencia!

 

FLORENTINA.

¡Qué Dios te libre a vos! (Mutis derecha).

 

ROSALÍA.

Mamita... (Muy afligida).

 

ABUELITA.

Tamién vos... Pobrecita.

 

ÑO ISIDRO.

Estará de Dios que no me dejen tomar mate a gusto! ¡Florentina! (Llamando).

 

ABUELA.

Dejalá... Pobrecita... (Pausa). Mi abuela me contó cuando yo era chica, que una niña se enfermó como ésta. Este cerro que está detrás de la casa se cubre de flores en primavera y .verano; y ella iba toos los días a traer flores pa la Virgen. Un día jué, y llegó tan contenta, tan contenta que se reía solita.. . Una noche, en un salteo mataron a un mozo muy bizarro, amigo de la casa... La Estercita lloró... lloró sin consuelo. . . Una tarde que sonaba mucho el torrente, había bajado el deshielo, jué a las flores y se descolgó pa la quebrá. Esa noche no llegó. La madre, enloquecía por la pena salió a verla, acompañó de las demás chiquillas... y jueron encontrando flores deshojás, too el camino... Y abajo, en la quebrá, vieron un traje blanco, era el de ella, que estaba muerta. Se había éido por camino de flores... Quien sabe... (Se interrumpe mirando al cerro por la puerta del foro).

 

ROSALÍA.

¡Abuelita!

 

ABUELA.

Que no encontrís nunca tu camino de flores... (Pausa). Dicen que la muerta se pasea por el cerro, 1'han visto con su vestío blanco. . . y, siempre que ha aparecío ha muerto alguna chicuela: las viene a buscar... Pero parece que no ha venío... ¡Rosalía! mi hijita.

 

ROSALÍA.

Abuelita... (La abraza. Lloran).

 

ÑO ISIDRO.

Es curioso... Estas chiquillas... Porque un paire que tiene la misma carne de sus hijas no puede adivinar su porvenir...

 

MANUEL.

Me voy, ño Isidro, hasta la trilla.

 

ÑO ISIDRO.

Váyase, amistá. No lo convío a tomar mate por que tengo pena.

 

ENGRACIA.

Cuando venga me trae los versos.

 

ROSALÍA.

(A Manuel) (Vuelve, te espero).

 

MANUEL.

(Vendré) (Mutis).

 

ÑO ISIDRO.

(Suspira). Mis chiquillas… ¡Vení, Rosalía, Florentina, (Sale Florentina).

 

ENGRACIA.

¿Qué tenis Florentina? Paire, pa que le hace juicio a ésta; yo creo que too eso 'es dengue, pura regalía.

 

FLORENTINA.

Vos podís pensar y decir lo que se te venga a la cabeza. Vos me habís tenío siempre envidia. Me llamay la prefería. . . Sí, soy la prefería, a mi me prefieren las penas… a mi... Padre, su prefería sufre mucho...

 

ÑO ISIDRO.

Oye Engracia, ándate pa entro pague le hagay la cama a tu hermano Lucho que debe llegar hoy. (Mutis Engracia).

 

ÑO ISIDRO.

Qué tenís, dime.

 

FLORENTINA.

, taita.

 

ABUELA.

Como agora, hace muchos años, habían florecido los corcolenes, cantaban los tordos, las loicas y las tencas. El torrente crecía… La niña lloraba enferma de mal desconocío... La llamaron, le preuntaron que tenía, y como ésta, ella se echó a llorar y...

 

FLORENTINA.

Es que yo no tengo ná. . .

 

ABUELA.

Yo no tengo ná. . . no tengo ná, mamita.

 

ÑO ISIDRO.

Y Si no tenís ná, porque'stas así echando la vía por los ojos. . . por qué sufris tanto. . . Creís que no te hey cateao? No dormís siquiera… vos no sois la de antes, la risueña, la que me cantaba coplas, la regalona que cebaba los mates más dulces. Que tenís, dime que tenís… si no querís que tu viejo paire se ponga a llorar como vos, y como vos se consuma.

 

ABUELA.

Habla, Florencia. habla... Porque habís de ser vos como esas flores que se consumen por falta de riego… habla…

 

ÑO ISIDRO.

Si querís a alguno te juro que será tuyo; y si ¡Dios no le permita alguien te ha ofendío, te juro por la memoria de mi maire que lo hey de arreglar.

 

FLORENTINA.

Es que yo no tengo cariño yo lo quiero a usté no más y a mi abuelita.

 

ROSALÍA.

Yo sé. . .

 

FLORENTINA.

Cállate… Lo que vos creís saber no es cierto... No es cierto…

 

ÑO ISIDRO.

Mi hijita, ¿no tiene confianza en su viejo? Hable, mi regalona. . . Si usté es mi prefería. . . la quiero más que a sus hermanas... más... hable... Que no ve que su pena concluye con mi alegría?

 

ABUELA.

Virgen señora mía del Carmen, Santa Rosa milagrosa, no permitay que m'hijita halle su camino de flores como la Estercita, que era bonita como ella. . . Cuando venía del cerro con las trenzas sueltas flotando al viento y la falda llena de flores parecía esas doncellas de los cuentos, esas doncellas que se casan con príncipes de plata. Esas princesas que son encantos...

 

FLORENTINA.

Yo soy una de esas chiquillas. Acuérdese abuelita: Era una chicuela, hija de un pastor de la montaña; un día salió al campo y desde el borde del arroyo, aonde crecía una flor de copihue, colorá como la sangre, vió una imagen retratá en el agua: era la figura de un príncipe encantao. El corazón le comenzó a saltar de tal moo que se le salió del pecho y cayó en la flor de copihue. . Y la niña, enloquecía corrió por la montaña buscando su corazón. Sus lágrimas se volvieron perlas al caer al arroyo. Corrió, corrió mucho, hasta que se fatigó y cayó... La salieron a buscar. Siguiendo sus pisás llegaron al arroyo y era tan bonita la flor de copihue que una hermana de la niña la cortó y con el perfume de la flor, cuyo tallo vertía sangre, entró en ella el corazón de la loca que murió por que le robaron el corazón....

 

ROSALÍA.

Hermanita, yo te devolveré tu corazón... Te lo devolveré (llorando) Abuelita!

 

ABUELA.

Chiquillas, chiquillas! qué tienen ustedes... porque me atórmentan de tal modo.

 

FLORENTINA.

Son sus cuentos, abuelita.

 

ROSALÍA.

Sus cuentos. . .

 

ENGRACIA.

(Dentro). Se siente ruío pal lao el bajo.

 

ROSALÍA.

Debe ser Lucho.

 

FLORENTINA.

Mi hermano... (Vanse izquierda).

 

ÑO ISIDRO.

Son sus cuentos. . .

 

ABUELA.

Estas chiquillas… No…yo voy a llorar a llorar... Tamién sé cuentos en que las madres mueren de pena cuando sus hijas pierden la alegría... cuando trazan caminos de flores...

 

ÑO ISIDRO.

Caminos que van a la eternidá. (Dentro voces). Hermano, yo le sacaré las espuelas. Este regalo pa mí. Ja, ja, ja! pícaro como'staba la chascona, etc. (Salen Lucho y las Muchachas).

 

LUCHO.

Buenas noches, paire. Buenas .noches, abuelita (Los abraza. Se sienta. Pausa). ¡Cuántas ganas tenía de llegar luego. Me parecía que los caminos no acababan nunca. Perdí de vista el pueblo y suspiraba por llegar al río.... Too lo que vía me parecía feo; miraba pal nevao con ganas de ver esta casita que tiene pa mí tanto cariño... y no la vía... Ñeblas azules no más, y el río, brillando como espejo, abrazando la montaña inmensa que llega al cielo. Cuando llegó la noche, descansé la bestia, y me acordé que no había comío... pero no púe detenerme...

 

ABUELA.

Es una impruencia andar de noche por la Montaña tan llena de despeñaeros.

 

LUCHO.

La Montaña me conoce. Y yo venía ligero porque tenía ganas de besar una cabecita blanca y de quemarme en unos ojitos pardos, tristes y pícaros...

 

FLORENTINA.

¡Hermanito!

 

LUCHO.

Hasta echaba de menos las guapezas de la Engracia...

 

ENGRACIA.

(Interrumpe) Lucho... tan pesao que sois… (Medio mutis).

 

LUCHO.

No te vay... Oye. Cuando vi fuego encendío en la casa, dije: la abuelita ha d'estar tomando mate; voy a llegar a tiempo. Y me puse a cantar a too pulmón. Creo que hasta la bestia estaba contenta. Y como no! Después de tres años de ausencia!

 

ÑO ISIDRO.

Hijito (Abrazo) Habla... que ya tenía perdío el tono de tu voz... Habla. Pero qué grande habís llegao... qué granele y qué serio... Ah! tengo güenas noticias: el trigo está granao, ganaré unos centaos este año.

 

LUCHO.

Me alegro (Pausa). Y qué bonitas están mis hermanas. (Pausa. Mariposeando) Recorrí casi todo Chile. Conocí los indios. Hasta aprendí a hablar algo... Son muy tristes los indios...

 

ENGRACIA.

Porque no los dentramos pa la casa. Tenía juego prendío pa esperar a Lucho.

 

LUCHO.

Ella, siempre mi viejita, la más ocurrente. Ustees no sirven más que pa güenas mozas... Rosalía, pásame las alforjas.

 

ROSALÍA.

(Va y vuelve). Toma.

 

LUCHO.

Mira. Este traje blanco pa la primera que se case… fíjense chiquillas. . . pa la primera que se case... Esta tela pa ellas... pa ustees. Este chal, pa la que me quiera más.

 

ENGRACIA.

Muy bonito, muy bonito.

 

LUCHO.

Y traigo más. A ver quien gana el chal y un abrazo. ¿Cuál me quiere más? (Las niñas se miran) Me quieren igual... Ah! no... pero qué tienen ustees.. . Florentina, ¿qué tenis? Vas a llorar?... Padre, que tiene la Florentina... (Suelta las cosas que recoge y sacude Engracia). Tienen pena... sufren, yo creí que aquí nunca se rompería la paz... Pero la montaña me ha engañao. . . Hermanita, ¿qué te pasa? (Pausa) ¡Qué frío hace en la montaña! Vamos pa aentro... (Se van silenciosamente todos menos Florentina que se va por la izquierda. Pausa. Se oyen voces inarticuladas, ruido de enseres que se chocan. Luego nada. Sale Rosalía por el foro).

 

ROSALÍA.

Florentina, aonde se iría... (Llamando) Florencia!

 

FLORENTINA.

(Dentro) Voy... (Sale).

 

ROSALÍA.

¿Qué tenís?...

 

FLORENTINA.

... Escucha... (Se oye a Engracia cantar con la melancólica y añoradora música regional chilena que parece un suspiro prolongado, la modulación de un sollozo, el escape de un amor enfermo. la siguiente copla serrana).

 

ENGRACIA.

(Dentro). Trae oro, trae canciones,

trae amores y ternuras;

cuentas bellas aventuras

que embriagan los corazones.

Palpitan en los bordones

de su guitarra que siente

como una vida latente

las ansias de un existir.

Da vida con su reir

la guitarra del ausenté.

 

ROSALÍA.

No me gusta... Te hace sufrir.

 

FLORENTINA.

No...

 

ENGRACIA.

(Dentro) Se me olvidó…

 

LUCHO.

Canta lo que recordís...

 

ENGRACIA.

El último pie... psh. Y entregándose al amante que era venal y traidor la niña murió de amor… No ve, se me olvidó...

 

FLORENTINA.

La niña murió de amor... (Ríe, después llora).

 

LUCHO.

(Dentro) Tonta, mala memoria...

 

ENGRACIA.

Bah!. . .

 

ROSALÍA.

Dime la verdá; por qué lloray… qué puedo hacer por vos. . .

 

FLORENTINA.

Tonta! Si no tengo ná.

 

ROSALÍA.

Mentira.... Oye... Vos querís a Manuel, lo querís... Yo lo quiero tamién, pero no quiero que sufray vos... Tamién sois la prefería pa mí... ¡Qué me importa! Te quiero más a vos qué a mí.. .

 

FLORENTINA.

Qué güena sois, no te merezco... porque yo soy muy mala... pero no quiero a Manuel....

 

ROSALÍA.

¿Quién te enseñó que las canciones eran envenenás y que las mentiras mataban... (Silencio). A onde conociste a Manuel.

 

FLORENTINA.

Yo'stuve en el Pueblo. . .

 

ROSALÍA.

Fué allá… Allá en el Pueblo! No quiero tu sufrimiento, no quiero. Hoy, luego echaré a Manuel. No quiero que nos engañe a las dos!

 

FLORENTINA.

A vos te quiere…

 

ROSALÍA.

No.

 

FLORENTINA.

Sí.

 

ROSALÍA.

Lo echaré. . .

 

FLORENTINA.

Harís mal… Te quiere y es muy… oye… sabe decir las cosas como nadie. (Pausa). Yo tengo novio, tonta... Oyes ese chiflío... es él. (Se va por la derecha). (Sale Manuel por la izquierda).

 

MANUEL.

Rosalía...

 

ROSALÍA.

Manuel... (Pausa) Mi hermana aonde te conoció...

 

MANUEL.

En el Pueblo.

 

ROSALÍA.

Te quiere . . .

 

MANUEL.

No.

 

ROSALÍA.

Sí. . . y se muere.

 

MANUEL.

¿Qué decís? ¿Qué querís que haga?

 

ROSALÍA.

Casarte con ella.

 

MANUEL.

No me quiere...

 

ROSALÍA.

Te adora...

 

MANUEL.

Entonces. . .

 

ROSALÍA.

Si no prometís darme gusto perderís hasta mi amistá…

 

MANUEL.

Habís pensao…

 

ROSALÍA.

Sí.. . Florentina! (Llamando).

 

FLORENTINA.

Rosalía. (Saliendo).

 

ROSALÍA.

Aquí está el hombre que querís y que te quiere. . .

 

MANUEL.

¡Florentina!

 

FLORENTINA.

Este es el hombre que quise, hoy no lo quiero… Ella sí, mi hermanita lo quiere, no la haga sufrir, que no sea ella como una canción de moda pa usté.. .

 

MANUEL.

¡Perdón!.

 

FLORENTINA.

Ella... está ahí... (Sale hasta cajas y se queda semioculta en el foro).

 

MANUEL.

¡Rosalía!

 

ROSALÍA.

Quiero la verdá…

 

MANUEL.

Te quiero... ella se acabó... Pero no quiero que sufran... tamién me iré... (Florentina avanza lentamente). No, no me perdonaré, jamás.... La fatalidá me hizo conocerlas y amar a una más que a otra… Adiós.

 

ROSALÍA Y FLORENTINA.

No (Lo abrazan) (Sale la Abuela por el foro).

 

ABUELA.

Chiquillas!

 

FLORENTINA.

Abuelita. (La abraza. Se retiran a la izquierda). El cortó la flor de copihue... cuyo tayo sangró... El sabe aonde están nuestros corazones.. .

 

ABUELA.

Chiquillas! chiquillas por Dios... allá en el cerro la visión, la visión! (A la izquierda todos).

 

FLORENTINA.

Está soñando abuelita, aquí somos toos felices (la abraza llorando). No hay visión.

 

ROSALÍA.

Sube. . . sube. . . Virgen santísima. (De rodillas) ruega por nosotros.

 

ABUELA.

El camino de flores ¡hijas mías! (Alzase el telón de fondo y aparece la colina florida, una sombra blanca destácase avanzando lentamente, la luna en toda su plenitud ilumina el paisaje. Todos contemplan fascinados).

 

TELON